Al principio de la relación, estamos centrados en nuestro deseo de estar con la otra persona, de lo positivo que hay entre nosotros y lo que podemos llegar a construir juntos. En definitiva, en la parte “rosa” de la relación.

En esos momentos nos resulta fácil no sólo identificar nuestras emociones, sentimientos, deseos y necesidades genuinas que en esa etapa de enamoramiento son positivas, placenteras y gratificantes, sino también comunicarlas y compartirlas con nuestra pareja.

Se trata de una comunicación en la que no están presentes los juicios, las suposiciones ni ese enfado o ira que se va acumulando cuando sucede una discusión tras otra.

Cuando tenemos una necesidad importante para nosotros y no conseguimos satisfacerla o, lo que es peor, esperamos que nuestra pareja la satisfaga, nos sentimos infelices, frustrados o insatisfechos; en ese momento, nuestra comunicación verbal y no verbal muy probablemente transmitirá nuestra rabia, crítica, juicio, enfado, insatisfacción, etc.

Si eso es lo que transmitimos, seguramente lo que recibamos sea “más de lo mismo” como consecuencia del malestar que sentirá nuestra pareja.

No nos han enseñado a identificar nuestras necesidades genuinas, nuestras emociones, sentimientos, deseos, etc. No nos han enseñado a comunicarlos y compartirlos de manera amorosa y no exigente con nuestra pareja.

Sin embargo, con la ayuda adecuada, es posible aprender a relacionarnos y comunicarnos de manera inteligente, eficaz, armoniosa y productiva.

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